28 abril 2006

Por fin, la Memoria


Por fin el Congreso de los Diputados ha aprobado una iniciativa que declara el año 2006 como Año de la Memoria Histórica. No es sólo que España sea un país desmemoriado para con aquellos que merecen su gratitud por los servicios prestados. Es que durante 40 años de dictadura todo el aparato del Estado se puso al servicio de la tergiversación de la Historia para justificar y legitimar sus propios actos. Durante la transición se pasó de la tergiversación al olvido (quizás no era posible otra cosa, no lo juzgo) y, sólo ahora, se pretende recobrar la memoria de la primera democracia que existió en España: la II República. La proposición de ley quiere que se reconozca a la II República como base sobre la que se edificó la actual democracia y a la Constitución de 1931 como antecedente de la del 78. Es decir, establecer un nexo entre ambos periodos, una continuidad sólo rota por la barbarie del golpe de estado de julio del 36.
En un momento en que los revisionistas de la ultraderecha tratan de volver a una historiografía (si se la puede denominar así) propia de los años 40, copiando sin remilgos (y sin rigor científico alguno) los textos de los apóstoles del franquismo, conviene que se desarrollen iniciativas como ésta. Quedan pendientes el anunciado informe sobre la situación de las víctimas de la guerra civil y del franquismo y la propia Ley de la Memoria Histórica, que han de completar estas actuaciones.
El PP ha votado en contra de la propuesta y advierte que votará en contra de todas las iniciativas sobre la Memoria Histórica. Queda claro con qué y con quién se alinea este partido: con la derechona más rancia y nostálgica de los peores años de nuestra historia reciente.

Universitarios en el exilio (añadido el 5 de mayo de 2006)

Otra iniciativa extraordinaria en aras del reconocimiento a las víctimas del golpe franquista lo constituye la decisión de varias universidades españolas y la Autónoma de México, de crear una cátedra del exilio, cuya misión será rescatar la memoria de, entre otros, 6 rectores y 200 catedráticos que tuvieron que abandonar España al final de la guerra civil, llevándose consigo su saber y su capacidad de trabajo, que continuaron ejerciendo hasta el final de sus días en la docencia, la investigación, las publicaciones y en toda la valiosísima aportación que hicieron a la vida cultural e intelectual americana y, especialmente, mexicana. Esperemos que la iniciativa llegue a buen puerto y realice al máximo las enormes potencialidades que tiene una actuación como ésta.

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