28 enero 2011

Gijón, ciudad creativa e innovadora

(artículo publicado en el diario El Comercio, el 28 de enero de 2011)

Cada vez más, la calidad de vida y la competitividad de las ciudades depende de su creatividad. La competición entre territorios se ha convertido en un asunto de atracción del talento creativo. Existe un grupo de profesionales (que algunos denominan clase creativa) involucrados en el I+D y en la ciencia, en el mundo del arte, del diseño, de la creación literaria o musical, de los medios, o en el emprendimiento, cuyo trabajo se fundamenta, en gran medida, en el pensamiento creativo y que son la base para el desarrollo del tejido económico, la creación de riqueza y la atracción de inversiones.
La conocida empresa informática Lycos, creada como 'spin-off' universitaria en Pittsburgh, decidió, en un momento dado, trasladarse a Boston. Fue una sorpresa para todos en la ciudad que la había visto nacer y que había apoyado su crecimiento. La explicación de Lycos fue rotunda: en Pittsburgh no podía encontrar todo el talento creativo que necesitaba y que, por contra, sí le ofrecía Boston.
Pero la influencia del talento en el desarrollo no es nueva: durante el Renacimiento, la ciudad de Florencia se convirtió en una de las más prósperas de Europa debido, precisamente, a su actividad artística y a la atracción de talentos.
En los últimos tiempos, muchos estudios sobre desarrollo urbano han prestado atención a estos profesionales de la creatividad (¿cómo atraerlos, cómo retenerlos?) y a cómo construir una ciudad creativa. Las conclusiones apuntan a que las ciudades en las que prospera este sector presentan una combinación de tres elementos: talento, tecnología y tolerancia. Esas tres 'T' definen a los ganadores de la 'era creativa', según los expertos. Y hacen énfasis en la tolerancia: apertura hacia las nuevas ideas, hacia las personas y las culturas foráneas, hacia otras formas de vivir y de pensar, otras formas de familia o de orientación sexual.
La clase creativa busca ambientes llenos de opciones y proyectos por construir. En ese sentido, huyen de los entornos conservadores, donde todo se da ya por concluido, se sigue haciendo lo de siempre y parece que nada vaya a cambiar nunca. Se identifican con una visión progresista de la ciudad y de la vida: se dejan atraer hacia lo utópico, lo que está aún por hacer; hacia el cambio, hacia los proyectos abiertos en los que pueden aportar su talento.
La clave de la ciudad creativa está en la diversidad. Diversidad en su distribución espacial y planificación urbanística, en su sociedad, en su economía. La mezcla es un recurso, un activo valiosísimo de las ciudades. Mezcla en el seno de una sociedad plural, contacto entre sectores, cruce de fronteras entre dominios: cultura y economía, arte y tecnología, ciencia y movimiento asociativo, etcétera. Pero no todo el mundo está preparado para gestionar la diversidad. Sólo puede hacerlo quien se siente cómodo en este nuevo espacio diverso. Sólo puede hacerlo un gobierno progresista. Una opción conservadora tenderá a mutilar la diversidad y la mezcla, tenderá a frenar la irrupción de nuevas ideas, carecerá de flexibilidad para desenvolverse en el cambio.
Gijón es una ciudad viva y vibrante, llena de energía en sus calles, plena de actividad de todo tipo: asociativa, cultural, empresarial, lúdica... Esta vitalidad se desarrolla principalmente en el espacio público (no sólo las calles, también los centros municipales, los teatros públicos, los centros de empresas) y es, a la vez, causa y efecto de la creatividad local. Toda la literatura sobre ciudades creativas e innovadoras señala la importancia de los espacios compartidos y las calles como órganos vitales de la ciudad. Nuevamente, sólo un proyecto político progresista puede dar respuesta a este requerimiento, con su esmero en el cuidado del ámbito público, de la calle, donde la gente interactúa, se dan encuentros inesperados y se desarrollan la vida comercial y los negocios. Una apuesta por las barreras y el espacio privado limita la interacción y la creatividad.
Nuestra ciudad se encuentra en las mejores condiciones para convertirse en un espacio de referencia en creatividad e innovación. La designación de Gijón como 'Ciudad de la Ciencia y la Tecnología' por parte del Ministerio de Ciencia e Innovación, en realidad no es más que el reconocimiento de algo que la ciudad ya era. Investigar, innovar, crear no son sólo actividades imprescindibles para el progreso de Gijón, sino elementos centrales de nuestra forma de ser. La evolución de la denominada 'Milla del Conocimiento' a lo largo de los últimos años demuestra, por una parte, que el Ayuntamiento ha sabido percibirlo y articular los mecanismos y actuaciones necesarios para aprovecharlo, convirtiéndolo en riqueza y empleo, y, por otro lado, que la reacción de los emprendedores y empresarios gijoneses se ajusta a ese patrón de vanguardia que da forma al conjunto de la ciudad.
Podemos sentirnos orgullosos del camino recorrido por Gijón hasta ahora y, al mismo tiempo, hemos de estar preparados para pisar el acelerador en el futuro próximo, convirtiendo nuestra ciudad en un laboratorio vivo de innovación participativa. Esto será posible si el gobierno municipal apuesta a fondo por este modelo.
Sin embargo, un potencial triunfo de la derecha supondría un freno al avance de la ciudad hacia la economía del conocimiento y la puesta en marcha de nuevas estrategias de innovación y creatividad que construyan nuestra prosperidad futura. Supondría, en fin, sustituir el actual modelo de ciudad: la moderna, dinámica, innovadora y creativa, generadora de nuevos derechos y cohesión social por otro que vemos allí donde gobierna el PP: especulación urbanística, cultura del ladrillo, mala praxis medioambiental, abandono a la pequeña y mediana empresa, nulo esfuerzo en innovación, brecha insolidaria que castiga a la clase media a través del deterioro de los servicios públicos. Más que nunca, será necesario saber elegir.