20 junio 2006

Rouco, doctor honoris causa

La mezcla de ideología política retrógrada y fundamentalismo religioso es atroz. (En Bush, sirve para justificar la guerra de Irak y Guantánamo, por ejemplo). Pero, sobre todo, es una traición flagrante al Evangelio. Es una mezcla, sin embargo, que no falta en la actualidad española. Así sucede en el discurso de Rouco, repetido durante su investidura como doctor honoris causa por una universidad privada, cuando invoca la unidad de España (lo que no deja de ser una reivindicación política, parte del ideario nacionalista que supongo que él profesa) como punto fundamental de una reconstrucción cristiana de España. La fotografía de Rouco en primer plano con un siniestro Aznar al fondo, como invitado a la esperpéntica ceremonia, asustaba un poco. La vuelta del nacionalcatolicismo más reaccionario (y más anticristiano).
Curiosamente, el individuo se atreve a atribuir al relativismo ético (inexistente, a mi entender) las atrocidades nazis o a alarmarse por una presunta disolución de la separación de poderes (que sólo existe en su enferma imaginación), pero se olvidó -nadie es perfecto- de que las atrocidades nazis algo le deben al silencio cómplice de la sede vaticana y que el peor atentado cometido en España contra la separación de poderes, el golpe de estado de Franco, contó con todas las bendiciones de la Iglesia Católica española.
Un poco de coherencia y un poco de Evangelio no vendrían mal en el yermo panorama de la conferencia episcopal de nuestro país.

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