La desventurada lista del PP al Congreso por Madrid se cerró con la exclusión de Gallardón y el anuncio de uno de esos fichajes denominados “estrella”: Manuel Pizarro, un duro de la derecha económica más conservadora y tradicional.
Su actividad profesional como presidente de una compañía eléctrica, sin embargo, se ha caracterizado por la mala gestión, al menos para los usuarios y la ciudadanía. Es el responsable de una sucesión de apagones —en Andalucía, en Canarias, en Melilla y, el más sonado, en Barcelona, que dejó sin luz durante semanas a 400.000 personas— y que, según muchos expertos, se debió a un patente déficit de inversiones que hubiesen permitido modernizar la empresa y evitar dichas deficiencias. Parece que Pizarro ha mostrado una clara orientación hacia el beneficio a corto plazo, olvidando la importancia de la planificación estratégica, de la responsabilidad social corporativa y de la buena praxis empresarial, a costa de la calidad del servicio ofrecido al cliente.
—¡Apagaluces! ¡Oscurantista! —gritaba el pobre Santos Barinaga en el capítulo XV de la Regenta, dirigiéndose al Magistral. Otro tanto cabría aplicar a Pizarro, no sólo por su afición a dejar sin luz a los hogares clientes de la empresa que presidía, sino por los destellos ideológicos que ya ha traslucido en sus primeras intervenciones, como la instrumentalización de las víctimas del terrorismo o sus propuestas tributarias dirigidas a aliviar la carga fiscal de las grandes fortunas. Pero, sobre todo, por su afirmación de que compraría a Zapatero “la voz de su señora, que canta en un coro”. ¿Cree todavía este hombre que las esposas son propiedad de sus maridos? ¿Piensa que las mujeres, su voz, su cuerpo o sus cualidades son mercancía que se compra y se vende? Este tipo de expresiones, dichas en campaña electoral, muestran el verdadero rostro de Pizarro, fichaje estrella que se apaga solo, se apaga a sí mismo en cada nueva intervención.
Como el PP no corrige ni desautoriza a su candidato, se puede pensar que plantea una oferta electoral basada en el “apagón”. Pizarro parece corroborarlo: propone un debilitamiento del Estado que, necesariamente conducirá a un apagón de los servicios públicos y de las prestaciones que los ciudadanos recibimos. Apagón que ya existe, de hecho, en las Comunidades Autónomas donde gobierna el PP, por ejemplo conduciendo a que Madrid y Valencia sufran los peores sistemas sanitarios de España, según apuntan todos los estudios independientes.
Viene a sumarse Pizarro al oscurantismo del PP, que pretende imponer prejuicios religiosos, por ejemplo en la persecución a los médicos del hospital Severo Ochoa de Leganés, una cruzada contra los cuidados paliativos a los enfermos terminales, y que una sentencia ha desmontado. O prejuicios ideológicos, como con el recurso contra la Ley de Igualdad que el PP presentó para frenar el acceso de las mujeres a los cargos políticos y que el Tribunal Constitucional ha rechazado tajantemente.
Finalmente, Pizarro se ha apagado solo. Ha bastado un debate electoral televisado, un cara a cara con Solbes para que su estrella deje de brillar. Es muy posible que el PP lo esconda a partir de ahora. Sería una pena. Un “currante” que cobra 11 millones de euros de indemnización por despido tiene mucho que aportarnos a los currantes de verdad.
22 febrero 2008
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1 comentario:
Excelente articulo. Lo referenciamos.
Jerome
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